Era un día soleado la primera vez que Laura se fijó en que el abuelo tenía muchísimas arrugas, no sólo en la cara sino por todas partes.
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“Abuelo tienes muchas arrugas” le dijo Laura. El abuelo sonrió y contestó “soy un poco viejo Laurita, es por esto que tengo tantas arrugas y me siento orgulloso de ellas porque debajo de cada una guardo el recuerdo de algo que aprendí”.
A Laura se le abrieron los ojos como si hubiera descubierto un tesoro, y así, el abuelo decidió que cada día le contaría las historias que escondían cada una de sus arrugas.
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Al día siguiente Laurita llegó emocionada a preguntarle al abuelo “¿cuándo me contarás la historia de esta arruga?” señalando su mano. El abuelo sonrió y comenzó a contarle “esta arruga me enseñó que la prisa trae cansancio y por eso cuando somos más viejos nos volvemos más pausados, porque damos pasos más lentos pero más seguros. No solemos caernos como lo hacen los niños, vamos con mucho cuidado porque ya estamos cansados de correr”.
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Otro día, el abuelo le contó a Laurita que la arruga más grande que tenía en el cuello le había dejado una enseñanza igual de grande “los abuelos y las personas ancianas son las mejores para dar consejos, ya que han vivido mucho más que tú y que todos, y por lo tanto son mucho más sabios que las personas jóvenes, debemos escucharlos y hablar con ellos muy seguido”.
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Laura ya estaba muy intrigada por escuchar otra de las historias de las arrugas del abuelo por lo que al día siguiente fue a visitarlo para preguntarle por las arrugas de su frente, el abuelo se puso muy feliz por recibir la visita de su nieta y le contó la siguiente historia: “las arrugas de mi frente son muy valiosas ya que con ellas aprendí que aunque a veces nos falle la memoria a todos los abuelos, es más importante la creatividad y las anécdotas que los fechas puntuales”.
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Al día siguiente fue el abuelo quien fue a visitar a Laurita para contarle una historia de otra de sus arrugas. Laurita, muy emocionada se le sentó en las piernas y escuchó la historia sobre las arrugas que tenía cerca de la boca.
“Estas arrugas me dejaron una enseñanza que nunca debes olvidar y es que es mucho mejor sonreír y siempre verle el lado bueno a la vida que ser una persona amargada y de mal humor. En el mundo muchas personas no se apiadan de las demás, no les importa que sean viejos y lentos, los tratan mal; debes aprender que siempre se debe respetar a las personas sin importar su edad, especialmente cuando éstos son mayores”.
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La próxima vez que Laura y su abuelo se vieron, fue el abuelo quien descubrió una pequeña arruga en el cuello de Laura, al preguntarle que había aprendido con esa arruga, ella respondió “que no importa lo viejo que seas abuelito, porque siempre te voy a querer”.
FIN
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| Diseño de los 3 cuentos |
1:13 p. m.
Estudio4
